Si al leer esta frase consigues, por un lado, darte cuenta de la magnitud que tiene y, por otro, aplicarlo en tu vida, habrá valido la pena escribirla en esta red social para que llegase a ti.
Hará ya unos 6 años que yo la pronuncié, y aún me emociona leerla. Y es que hubo un antes y un después en mi vida cuando me di cuenta de que todo aquello, tanto dolor y sufrimiento vivido durante más de 20 años, sólo dependía de mí y de lo que creía decidir correctamente cada día. El impacto de tomar conciencia de esto me hizo caer enferma con fiebre al menos durante seis días, en los que la tristeza y el no conseguir entender lo que pasaba me golpeaban fuertemente. Sólo me repetía: “¿Cómo puedo yo hacerme todo esto?, ¡¡¿cómo yo?!!”… eran demasiadas enfermedades y problemas para conseguir creerlo.
Entiendo perfectamente las dudas que puedas estar teniendo ahora, al igual que, cuando propongo esta visión, las tienen quienes asisten a cualquiera de mis eventos. Yo fui la primera en tenerlas y en poner en tela de juicio cada paso que daba, y, posteriormente, cada teoría que estudiaba. Aún a diario practico esta frase, pues en nuestra vida siempre tenemos a mano todos los ingredientes: los que nos darán un manjar delicioso y los que nos amargarán la boca cual hiel. Depende de nosotros lo que a cada instante hacemos con ellos.
Párate a pensar en eso que te duele hoy, ya sea físico o emocional ¿Cuáles son los ingredientes que lo componen? ¿Cómo puedes sazonarlo de forma diferente?